EL GIRASOL. Los límites del perdón / Laura Castel Muñoz

RESUMEN DEL LIBRO
Simon, un judío que vivió la II Guerra Mundial en los campos de concentración, narra esta historia. Es una historia que trata el dilema moral del perdón.
Durante toda la obra aparecen, respectivas sutiles o detalladas, descripciones de la “vida” en un campo de concentración: la muerte. Ya sea pausada pero paulatina como la desnutrición o las agotadoras jornadas de trabajo, como la fría y rápida penetración de una bala o la desconsoladora pero eficaz enfermedad.
La cuestión es la siguiente: Simon se encuentra en un debate interno en el que se atosiga por haber actuado o no correctamente a la súplica de perdón de Karl, un joven soldado de 22 años de las SS que se encontraba en su lecho de muerte.
Sin embargo, para llegar hasta ese punto ocurrieron varias casualidades. La primera es que fue elegido, entre otros de sus compañeros, para limpiar contenedores de su antiguo Instituto Tecnológico, ahora convertido en un hospital militar. La segunda, una enfermera lo visualizó y lo llevó hasta aquella habitación cuando necesitaba respirar una calada de aire. Y, la tercera, consiguió sobrevivir para contar la historia.
Simon conoce la silueta de Karl, cuyo rostro se encuentra vendado casi en su totalidad, en sus últimas exhalaciones, cuando solicita la presencia de un judío para llevar a cabo una confesión y, posteriormente, el ruego del perdón. Karl le introduce su vida: cómo llegó a ese momento. Para ello, le explica su infancia modelo y, luego, su toma de malas decisiones. A pesar de la incomodidad del momento y los cambios de juicios, Simon consigue obligarse a escuchar parcialmente, sumergido en sus pensamientos. Hasta que llega el momento de la declaración del crimen: vengar a 30 de sus hombres, muertos a manos rusas; cobrándose la vida de 300 judíos, los cuales eran ancianos, mujeres y niños, incendiando el edificio en el que se encontraban y tiroteando a quienes intentaban sobrevivir de las llamas. Karl nunca olvidaría los padres que se arrojarían al vacío con su hijo en brazos desde el tercer piso, cuyo niño se personificaba en Eli a ojos de Simon, aquel niño judío de 6 años que conoció en el gueto. Tras la difícil petición que le suplicaba Karl, Simon salió corriendo sin mediar palabra, huyendo de la responsabilidad.
Esta duda interior le atormenta y atormentará tanto a lo largo de su vida que deberá compartirlo. En aquel primer momento, lo haría con Arthur, un antiguo amigo suyo, y Josek, compañero de barracón; quienes tienen opiniones muy diversas: Arthur declarando que debía haber rechazado directamente mientras que Josek, aprobando su actuación.
Simon, aterrorizado y negado a volver a aquella habitación, por obra del azar, es destinado al mismo lugar. Allí descubre, no voluntariamente, que Karl murió esa pasada noche y que su último deseo era que se quedara con la mayoría de sus pertenencias, las cuales rechaza. De nuevo, busca reflexiones ajenas y se concluye que estaba en lo cierto.

Simon sentía una envidia hacia esos soldados, quienes serían enterrados bajo un girasol que los conectaría con el mundo exterior. En cambio, su cuerpo, según el único posible criterio en aquel momento, sería aplastado con otros más, siendo olvidados. Simon nunca olvidaría aquellos girasoles en aquel cementerio a paso de aquella habitación.
Pasaron los años y la vida, la cual nunca dejó de ser supervivencia, se endureció: llegaron a un nuevo nivel de animalidad. Sus compañeros murieron, pero Simon seguía martirizándose con aquella cuestión, preguntando distintos puntos de vista y siendo influenciado – por Bolek -  a medida que lo llevaban de campo en campo de concentración. Hasta que, finalmente, fue liberado.
Simon, casado y practicando una nueva profesión, se preguntaba si entre aquellos culpables de asesinatos que interrogaba podría encontrarse aquel soldado, si hubiese sido diferente, si tras aquel arrepentimiento verdadero que veía cerca la muerte escondería más víctimas. Decidió visitar la dirección de la antigua vivienda de aquel joven, que alcanzó a ver cuando la enfermera le ofrecía sus pertenencias, para contrastar si todo aquello era cierto. Sin embargo, apenado por el relato de la madre viuda que seguía viviendo allí a pesar de todos esos años pero orgullosa de lo que fue una vez su hijo, no pudo decirle la verdad, no pudo romper aquel velo que ocultaba lo aterrador, no podía romper el recuerdo de una madre que querría con y sobre todo a su hijo. Así que, solo acertó a ponerle rostro gracias a aquella fotografía, calló y se llevó su remordimiento para siempre.
Sin embargo, finaliza proponiendo una pregunta: ¿Qué habríamos hecho nosotros en su lugar?

Opinión del dilema moral

Para empezar, debo admitir que he ido cambiando de opinión a lo largo del libro. Me he dado cuenta que no soy capaz de conformarme con una única respuesta verdadera y que cada posición tiene argumentos válidos.
Sin embargo, hay que aceptar que perdonar el pasado trae consecuencias en el futuro, es decir, el daño está hecho y va a seguir estando ahí, sea lo que sea que hagamos a partir de este momento. Por el contrario, el responsable de esa liberación (porque, a fin de cuentas, se es prisionero hasta que se recibe el perdón) es aquel a quien haya sido causado ese sufrimiento. Pero, siendo este a tan grande escala, ¿es posible buscar a algún representante cuando los únicos que tienen el billete de salida de la “prisión de tu consciencia” no están? Cada uno tiene sus circunstancias, pero a sabiendas de lo inimaginable que los nazis originaron, la mayoría se puede englobar en el “mismo saco”, ya que llegaron a la subhumanidad.
En mi opinión, el arrepentimiento es el primer paso para ser perdonado. El segundo, la actuación, la demostración de las palabras. Y, por último, pero mucho más complicado, conseguir que aquellas personas dañadas sigan adelante sin anclarse en el pasado. ¿Recordando el pasado con dolor? Eso depende en cada persona, pero es imposible olvidarlo, es un hecho.

Opinión de Deborah E. Lipstadt

Deborah, como judía y conocedora de su religión, trata varios temas. Para ser perdonado, en primer lugar, se debe pedir perdón a quien se haya herido e intentar solventar el pecado. Luego, se debe confesar y mostrar arrepentimiento para volver con Dios. Después, encontrarse en la misma situación y tener fuerza de voluntad para no volver a hacerlo. Por último, para dar un paso más allá, recibir un castigo en base a los actos.
Según esto, en este dilema falla un pilar: el soldado no le pide perdón a los afectados por sus actos. Lipstadt declara que no importa realmente que Simon quisiera o no perdonarlo, sino la capacidad que tenía. Para ello, nos ilustra con un ejemplo: los alemanes actuales, que no tienen más que nacionalidad en común con los responsables, no pueden culparse por el holocausto y ser perdonados por lo que sus abuelos hicieron; de igual manera, que los judíos que no pueden perdonar aquello de lo que no han sido víctimas.
En conclusión, el soldado de las SS no podía ser perdonado, a no ser que la misma familia lo hiciera.

Crítica a Deborah E. Lipstadt

Entiendo el punto de Lipstadt, pero lo único que no veo compasivo es morir sin la conciencia tranquila. En aquellos momentos tan extremos, en los que haces lo que te ordenan o mueres, es más fácil “elegir”: te eliges a ti mismo. El asesinato es un castigo penal en todas las religiones, salvo en ciertas etapas de la historia. En este caso, la guerra. Es difícil levantarte en contra de lo que crees injusto, porque eres tú o los demás. Sin embargo, eso no significa que sea justificada.
El soldado de las SS no tenía opción, figuradamente. Y, por otro lado, no es posible devolverle la vida a las personas. Por tanto, lo afirmado por Lipstadt no podría ser posible: nunca sería perdonado, ya que no vivía nadie a quien pedirle perdón. Por ello, como última instancia, el soldado utilizó la última baza que poseía en aquel momento desesperado: pedir perdón a alguien que había sufrido o sufriría lo mismo, aunque siga siendo injusto.
¿Por qué ser compasivo con aquel asesino aún habiendo más sufrimiento? Él tan solo era otro peón para aquella guerra, un títere que no sabe ni se le permite saber para qué hace lo que hace…, controlados por personas de más arriba que deciden no mancharse las manos, o más bien, que no se exponen al peligro personal o equitativamente.



Comentarios

  1. Me encuentro de acuerdo contigo cuando comentas que todos somos peones de una sociedad y que nos encontramos condicionados por lo que marca en un determinado momento, por lo tanto, si no te unías a la "causa" de los nazis siendo alemán, te mirarían mal, te repudiarían, pudiendo llegar incluso a la muerte. También coincido contigo en la parte en la que criticas lo que dice Lipstadt, porque es imposible conseguir el perdón de alguien que ha muerto, Karl sabía eso y le suplicó el perdón a un judío que se encontraba en ese hospital, Simon, y sabiendo que si no le perdonaba se lo merecía y, si lo perdonaba podría morir en paz, lo que realmente buscaba. Por lo tanto, creo que todos en mayor o menor medida fueron víctimas, excepto los responsables de iniciar la guerra y decidir quiénes debían morir.

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  2. Algunas personas no se les puede perdonar ni aunque se arrepientan por los actos que cometieron, a lo mejor el soldado solo quería el perdón para morir en paz, pero en realidad no estaba arrepentido completamente.

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  3. Estoy de acuerdo con la opinión de la compañera sobre que antes de pedir perdón, hay que arrepentirse de lo que has hecho y de que debes demostrar la veracidad de tus palabras. Sin embargo, al haber muerto la familia, no se puede conseguir el perdón por parte de esta. de esta manera, solo Simon podía perdonarlo debido a que Karl vio representada en él a la comunidad judía, incluida la familia a la que él asesinó.

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  5. En primer lugar, quiero dejar claro de que independientemente de que comparta tu opinión o no, es un trabajo bien conseguido a mi parecer. En las primeras líneas se indica que el libro tratará el dilema moral del perdón, un detalle que deja claro al lector la intención del libro desde un principio.

    Encuentro el resumen bastante completo y aporta algunos datos que podrían captar la atención de posibles lectores. No encuentro ningún fallo en la explicación sobre la opinión de Deborah E. Lipstadt ya que se refleja de manera clara y concisa.

    Sin embargo estoy en desacuerdo con algunos puntos que ahora voy a comentar:
    Destacas: "En aquellos momentos tan extremos, en los que haces lo que te ordenan o mueres, es más fácil “elegir”: te eliges a ti mismo." Esto refleja claramente el dilema del individualismo, el egoísmo del ser humano. No creo que existiese realmente una "presión" en aquellos tiempos, no niego que estuviese mal visto pero en ningún momento se presionó al soldado para que se alistase en la SS. Él lo hizo por voluntad propia, es decir, que sí tenía opción de haberse quedado en su hogar junto a sus padres trabajando si es que encontraba algún oficio. Él mismo decidió hacer el trabajo sucio de las personas que no quieren mancharse las manos.
    Sí encuentro razonable que indiques que es difícil enfrentarte a lo que consideras injusto frente a una amplia mayoría al ser "tú o los demás" pero al mismo tiempo afirmes que esto justifica los crímenes cometidos.

    Para finalizar me gustaría añadir la falta de una conclusión ya que, desde mi punto de vista, no queda demasiado clara tu opinión. ¿Le perdonarías o por el contrario no lo harías?

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