Los Límites del Perdón. El Girasol.
Este libro relata la historia de in arquitecto judío,
Simon Wiesenthal, recluido en el campo de concentración de Lemberg por los
soldados Nazis alemanes debido a su condición Aria. Simon compartía una de las
barricadas con un grupo de compañeros, los que veía morir continuamente y pasar
hambre, incluso él mismo pensaba diariamente en su muerte. Realizaba múltiples
y variados trabajos, pero habría uno que lo marcaría el resto de su vida.
Un día
fue a realizar trabajos forzosos a unos ferrocarriles, labor que compartía con
un grupo de askaris que intentaban hacer la jornada más amena con sus cantos
que llamaban la atención de los transeúntes más curiosos. Al finalizar la
jornada se dirigieron hacia al instituto tecnológico, donde el propio Simon
había estudiado, pero que ahora hacía las funciones de hospital. Por el camino,
el chico se quedó embelesado por el cementerio local; de cada una de las tumbas
salía un girasol que se elevaba al cielo, su mente recordaría esto durante
mucho tiempo.
Al
llegar al hospital, los askaris se dirigieron al césped a reposar y tomar el
sol. Simon, por otra parte, se vio abordado por una enfermera que le preguntó
si era judío. El joven, sin saber muy bien qué responder y asustado, asintió y
la enfermera le ordenó que lo siguiera. Recorrieron el edificio y decenas de
recuerdos acudieron a la mente de Simon que había entregado trabajos, tomado
clases y compartido momentos en el instituto. Pensó varias veces en huir y correr,
le aterraba la idea de que sus compañeros de trabajo lo buscaran y creyeran que
había escapado. La enfermera le dijo que esperara delante de una puerta
mientras él mantenía su idea de huir, sin embargo, a los pocos instantes, la
joven auxiliar lo obligó a entrar a una penumbra donde vislumbró la silueta de un
cuerpo cubierto por una sábana, no era capaz de discernir de quién se
trataba.
Ante
él se encontraba Karl, in soldado Nazi convaleciente, de 21 años, con toda la
cabeza cubierta por vendajes con un extraño color ocre y al borde de la muerte.
El oficial le cuenta, como si la vida le costara, todos los malos actos y los
asesinatos que había realizado, en especial remarca cuando bombardeó con
granadas una casa y una familia, desesperada, se tiró al vació desde una planta
alta muriendo en el acto. Esto quedaría grabado en su retina a fuego. Rogándole
y arrepintiéndose de todos sus pecados, el soldado le pidió al arquitecto que
como judío que era que le perdonara. Simon, sin palabras y aterrado, salió
corriendo al campo de concentración donde les contaría a sus compañeros lo
ocurrido y lo apoyaron en su decisión de no perdonarlo.
Sin poder olvidarlo, el joven arquitecto vuelve al día siguiente al hospital donde le comunican que Karl ha muerto y que le ha dejado ciertos objetos en herencia, aunque el chico no los acepta.
Al
terminar la Guerra, Simon es liberado y busca a la madre del soldado para
contarle todo lo que su hijo hubiese querido transmitirle en su lecho de muerte
para preservar la memoria que esta tenía de él.
Ahora
se presenta el dilema moral, ¿debemos perdonar algo así o dejar morir a una
persona con el sentimiento de culpabilidad?
OPINIÓN DEL AUTOR
El cardenal Franz
König, arzobispo de Viena, le muestra al autor desde un primer momento su
conmoción ante la historia. Desde un primer momento, se estremece ante las
desdichas que sufrió en el campo de concentración y, además, las inclemencias y
los insultos que recibió durante su etapa como estudiante. A continuación,
elogia su metáfora con el girasol y su valoración psicológica.
El cardenal alude
que el ser humano no puede perdonar las obras que se han cometido sobre otros
que no es el individuo en primera persona, ya que nos las ha sufrido, por lo
que el perdón queda sin respuesta. Desde un punto de vista cristiano existe una
repuesta en las Sagradas Escrituras donde Dios negó que existiera un límite para
el perdón. Franz afirma que existían razones para que el soldado fuera creyente
ya que, mediante la confesión personal, se arrepintió de sus pecados en el lecho
de muerte y elogia la capacidad y la valentía del joven Simon por escucharlo y
comprenderlo a pesar de su miedo. Además, afirma que el soldado sintió su perdón,
aunque Simon no pronunciara palabra, pues si no lo hubiera sentido no le
hubiera dejado sus pertenencias como herencia.
Un perdón, así
por que sí, hubiese rebasado los límites de la conciencia humana según alude el
cardenal. No obstante, clama que si Simon hubiera realizado este acto hubiese sido
el mayor reflejo de bondad que la humanidad, llena de horrores y atrocidades,
hubiese visto en mucho tiempo. Además, entiende que esta ausencia de palabras
del joven arquitecto le haya perseguido durante mucho tiempo. El cardenal finaliza
con un pasaje de la Biblia que reza: “Si guardas, OH SEÑOR, los delitos, ¿quién,
OH SEÑOR, podrá subsistir?” que resume todo el problema planteado.
CRÍTICA AL AUTOR Y AL LIBRO
Primero, empezaré
por la crítica al libro. Me ha parecido una gran historia, y que fuera basada
en hechos reales, me ha conmovido y estremecido. No puedo imaginar que alguien
pudiera vivir estas situaciones. Por otra parte, la estructura y el
planteamiento de la historia me han parecido increíbles y me han mantenido
constantemente en vilo. Además, no me ha parecido la típica historia de la
segunda guerra mundial que tiene un simple final trágico o feliz, deja muchas incógnitas
y ventanas abiertas para que, todos y cada uno de sus lectores, recapacitemos y
busquemos en nosotros una bondad o humanidad, por lo que nos hace reflexionar.
Por otra parte,
proseguiré con la crítica al autor. Estoy totalmente de acuerdo con el
cardenal. Perdonaría al soldado, lo haría porque todos somos humanos, todos
cometemos errores, todos hemos hecho algo de los que nos arrepentimos y ahí
está la clave, en arrepentirse, en reconocer que nos hemos equivocado y hemos
caído en el pecado. Y, sobre todo, pedir perdón, aunque no se aceptado, pero lo
dicho, dicho está. Siento realmente que el corazón de ese soldado tenía un gran
dolor y no podía irse al otro mundo sin rogar por su perdón, creo de verdad que
estaba arrepentido y que todos sus actos los estaba pagando porque recibimos lo
que damos y al final siempre pagamos.
Opino que el compañero/a (no se especifica nombre) ha tomado una decisión errónea, pues el arrepentimiento y remordimiento de Karl no compensan el daño que este ha hecho. Y en el libro, Wiesenthal nos advierte de ello: "la iglesia y otras personas nos piden que perdonemos, pues, según ellos, recibirán justicia en el más allá. Pero la gran mayoría de nazis no creen en el Cristianismo, e incluso lo repelen, así que para ellos, no hay juicios ni en vida ni en muerte, en caso de que los perdonemos". Es cierto que Karl es excepcional al pertenecer a las SS y al ser cristiano, ¿pero no es eso peor?, cometer esos crímenes violando las leyes religiosas... Por no hablar, de que un perdón así, supone el olvido de este genocidio y, por lo tanto, el riesgo de que este vuelva a repetirse.
ResponderEliminarYo pienso que el nazi no debería de a ver sido perdonado, ya que tu puedes cometer errores, claro que somos humanos pero, no justifica la muerte de millones de personas y sabiendo que esas personas han muerto por culpa del mazi
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