LOS LÍMITES DEL PERDÓN EVA CASTEL MUÑOZ 1º BACH C
RESUMEN DEL LIBRO
El protagonista Simón Wiensenthal, un prisionero judío que vivió la II Guerra Mundial en los campos de concentración, narra esta historia.
Simón se encontraba en una situación en la que se agobia por haber actuado o no al dilema del perdón de Karl, un joven soldado de 22 años de la SS que se encontraba en los últimos momentos de vida, en su lecho de muerte.
Sin embargo, para llegar a este punto ocurrieron varias casualidades. La primera es que fue elegido, junto algunos compañeros, para limpiar contenedores de su antiguo Instituto Tecnológico, ahora convertido en un hospital militar. La segunda, una enfermedad lo contagió y lo llevó a aquella habitación cuando necesitaba respirar un poco de aire. Y la tercera, consiguió sobrevivir para poder contar esta historia.
El soldado de las SS, Karl, cuenta su historia a Simón y por qué busca el perdón de un judío. Le explica su infancia modelo y, luego, su toma de malas decisiones. A pesar de la incomodidad del momento y los cambios de juicio, Simón consigue a obligarse a escuchar parcialmente, sumergido en sus pensamientos. Hasta que llega el momento de la declaración del crimen: vengar a 30 de sus hombres, cobrándose la vida de 300 judíos, los cuales la mayoría eran ancianos, mujeres y niños, incendiando edificios y tiroteando a quienes intentaban sobrevivir de las llamas. Simón tras escuchar los crímenes que Karl le contaba, le recordó su paso por el campo de concentración, la muerte de su familia y todas las injusticias cometidas.
Simón no le pudo perdonar y salió corriendo sin mediar palabra, huyendo de la responsabilidad. Pero quedándole el sentimiento y la duda de qué tendría que haber hecho. Esta duda interior le atormenta y atormentará tanto a lo largo de su vida que tendrá que compartirlo. E aquel primer momento, lo haría con Arthur, un antiguo amigo suyo, y Josek, compañero de barracón; quienes tienen opiniones muy diversas. Arthur declarando que debía haber rechazado directamente mientras que Josek, aprobando su actuación.
Simón aterrorizado y negado a volver a aquella habitación, de nuevo es llamado por la SS para volver a trabajar en el hospital. Allí la enfermera le comenta que Karl murió esa pasada noche y que su último deseo era que se quedara con la mayoría de sus pertenencias, pero Simón las rechaza quedándose solo con la dirección del joven soldado. De nuevo busca reflexiones ajenas y se concluye en lo cierto.
Simón sentía una envidia hacia esos soldados, quienes serían enterrados bajo un girasol que los conectaría con el mundo exterior. En cambio, su cuerpo sería aplastado con otro más, siendo olvidados. Simón nunca olvidaría aquellos girasoles en aquel cementerio a costa de aquella habitación.
Pasaron muchos años y la vida, la cual nunca dejó de ser supervivencia, se endureció.
Una vez que la guerra terminó, y con el fallecimiento de sus compañeros, Simón seguía martirizándose con aquella cuestión, preguntando distintos puntos de vista y siendo influenciado por el polaco Bolek, y pensando si hizo bien o no perdonar al joven soldado alemán, a medida que lo llevaban de campo en campo de concentración. Hasta que finalmente, fue liberado.
Simón casado y practicando una nueva profesión, decidió visitar la dirección de la antigua vivienda de aquel joven, que alcanzó a ver cuando la enfermera le ofrecía sus pertenencias, para contrastar si todo aquello era cierto. Sin embargo, apenado por el relato de la madre viuda que seguía viviendo allí a pesar de todos esos años pero orgullosa de lo que fue su hijo, no pudo decirle la verdad, no pudo contarle los crímenes cometidos por su hijo, no podía romper el recuerdo de una madre que querría con y sobre todo a su hijo. Solo acertó en ponerle el rostro de aquellas fotografías, calló y se llevó su remordimiento para siempre.
La historia termina con el dilema de Simón quedándose su conciencia intranquila por no haber perdonado al joven soldado alemán.
A pesar de ello, finaliza proponiendo una cuestión, en la que nos pregunta qué habríamos hecho en su lugar.
OPINIÓN DEL DILEMA MORAL
El libro pone de manifiesto la duda de perdonar en situaciones extremas, como el lecho de muerte. Sin embargo, hay que aceptar que perdonar el pasado trae consecuencias en el futuro, es decir, el daño ya está hecho y va a seguir estando ahí.
Karl tras su arrepentimiento buscaba morir en paz y buscaba también el perdón de un judío, ya que fue a ellos a los que les hizo tanto daño. Por otro lado tenemos la postura de Simón, el cual tras haber visto miles de judíos muertos y entre ellos familiares suyos, aceptar el perdón de un asesino le era muy difícil, y acabó optando por un silencio.
Cada uno tiene sus circunstancias, pero sabiendo lo que originaron los nazis, la mayoría son iguales, ya que todos llegaron a la inhumanidad.
En mi opinión, ambas posturas son reales ya que podemos arrepentirnos y podemos no olvidar. Eso depende de cada persona, ya que es imposible olvidarlo, es un hecho que ha pasado.
OPINIÓN DE DEBORAH E. LIPSTADT
Deborah, como judía y seguidora de su religión, trata varios temas. Para ser perdonado, primero se debe pedir perdón a quien se haya herido e intentar solucionarlo. Luego, se debe confesar y demostrar tu arrepentimiento para volver con Dios. Después, tener fuerza de voluntad para no volver a hacerlo. Y por último, para ir un poco más allá, recibir un castigo en base a los actos.
Dado esta teoría, en este dilema falla algo importante: el soldado alemán no le pide perdón a los afectados por sus actos. Deborah declara que no importa realmente que Simón quiera o no perdonarlo, sino la capacidad que tenía. Para ello nos lo enseña a través de un ejemplo: los alemanes que no tienen más que una nacionalidad en común son los responsables, por ello no pueden culparse por el holocausto y ser perdonados por lo que sus abuelos hicieron; al igual que los judíos que no pueden perdonar aquello de lo que no han sido víctimas.
En conclusión, el soldado de la SS no podía ser perdonado, por todo el daño que había causado, a no ser de que su familia lo hiciera.
CRÍTICA DEBORAH E. LIPSTADT
Comprendo lo que Lipstadt quiere decir, pero lo único que no me parece bien es morir sin la conciencia tranquila. En situaciones tan extremas, en los que haces lo que te ordenan o mueres, es más fácil elegir, morir tú. El asesinato es un castigo penal en todo el mundo. En este caso, la guerra. Es difícil levantarte en contra de lo que crees que es injusto, porque eres tú o los demás.
El soldado de la SS no tenía opción. Y por otro lado, no es posible devolverle la vida a las personas asesinadas. Por tanto, lo que ha afirmado Deborah no podría ser posible, porque nunca sería perdonado, ya que no vivía nadie a quien pedirle perdón. Por ello, el soldado utilizó la última baza que poseía en aquel momento desesperado: pedir perdón a alguien que había sufrido lo mismo, aunque seguía siendo injusto.
¿Por qué ser compasivo con aquel asesino aún habiendo más sufrimiento? Él tan solo era un peón más para aquella guerra, que no sabe para qué hace lo que hace, controlados por personas de más poder que deciden no mancharse las manos, o mejor dicho, que no se exponen al peligro.
En mi opinión no debería perdonarlo ya que si lo perdona esto hace creer a los demás que las acciones no tienen consecuencias y esto se volverá a repetir.
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